La experiencia organizativa de Angry Workers of the World


Pues bien, Greenford es donde hemos estado trabajando algunos de nosotros desde enero de este año (2014), y tratando de organizarnos en algunos de los muchos almacenes que ocupan el terreno que hay entre la A40 y la M4, a unos 24 kilómetros de Heathrow y que forma parte del corredor oeste de Londres, un área fuertemente industrializada que abastece a Londres y mantiene sus estantes llenos. Park Royal ocupa 700 hectáreas y emplea a 40.000 personas, la mayor parte en la producción, almacenamiento, distribución, logística y call centers. Park Royal es una de las regiones más industrializadas de Europa, situada en la zona 4 de la Línea Picadilly. Los alrededores son una mezcla de viviendas de los años 50 y núcleos industriales y almacenes. Sin embargo, toda esta zona parece abandonada a su suerte, a pesar de que el 60% de la comida que se consume en Londres pasa por los almacenes de este sector oeste.

Solemos pensar que la comida que comemos se produce muy lejos, que las grandes concentraciones de trabajadores son cosa del pasado, que la “nueva economía” es la reina y señora mientras nosotros nos pasamos el día tecleando frente a la pantalla, sintiéndonos super-alienados. “¿Dónde está la clase obrera?”, nos decimos. Pero si sólo nos centramos en este aspecto de la economía, pasaremos por alto el hecho de que están surgiendo nuevas concentraciones de fuerza de trabajo, prácticamente ante nuestras narices. Se está desplegando todo un proceso de recomposición, y si nos tiramos 45 minutos delante de la tele, podremos ver cuáles son los efectos de los nuevos patrones de migración y cómo se está organizando el capital, a sí mismo y a nosotros, mediante este trabajo mal pagado que se extiende masivamente y es el modelo estándar de nuestras condiciones laborales bajo la austeridad económica.

Entre 2008 y 2013, el número de empleados en almacenes y actividades auxiliares del transporte pasó de 256.000 a 315.000 trabajadores en Gran Bretaña. Esto refleja una tendencia similar, aunque por ahora a menor escala, a lo que está ocurriendo en los Estados Unidos, donde masas enteras de trabajadores están siendo contratadas y empleadas en enormes complejos de almacenes, como Inland Empire, en California. Pensamos que esta concentración de trabajadores, buena parte de los cuales viven y trabajan en el mismo lugar, ofrece buenas oportunidades para la organización, que suele ser más difícil cuando la fuerza de trabajo está más dispersa. Podríamos afiliarnos a algún sindicato, pero sabemos que la fuerza de trabajo con contratos de “cero horas” y que cobra el salario mínimo poco puede esperar de los sindicatos. Entre el aeropuerto de Heathrow, como puerta de entrada de las importaciones, y los grandes almacenes y tiendas del casco urbano, hay una cadena de plantas de procesamiento, empaquetado y distribución, todas interdependientes. Trabajando aquí, uno se puede hacer una idea de cómo se está organizando el capital ante los ajustados márgenes de beneficio, de la falta de firmeza del terreno que pisa, de dónde están sus puntos débiles y dónde se puede comenzar a desarrollar una contraofensiva colectiva.

La gente está ya harta. Si estalla algún conflicto aquí, puede influir a muchos. Hace poco estalló uno en el centro de distribución de Argos, por ejemplo, donde trabajan en circunstancias parecidas a las nuestras. Pero fue bastante difícil conseguir información sobre lo que estaba sucediendo realmente allí y establecer contacto con aquellos trabajadores. Y lo que nosotros buscamos precisamente es entablar contacto con este tipo de trabajadores, así que si puedes ayudarnos, ya tengas información sobre algún conflicto en algún almacén o trabajes en uno, por favor, escríbenos.

¡No somos robots! 

Trabajamos en dos de los almacenes más grandes que hay por aquí, en centros de distribución que suministran comida a dos grandes cadenas de supermercado y a una compañía de cosméticos de moda. En total, somos 700 trabajadores. Nosotros atendemos sobre todo órdenes de pedido, colocando el producto correcto en el lugar adecuado para la empresa que lo solicita[1]. Todos trabajamos para la misma empresa temporal, en la misma compañía logística, pero para diferentes clientes y en dos lugares distintos.

Las modernas estrategias del capital aparecen por todas partes, a veces claramente, otras de manera caótica: desde el escáner que te atas al brazo y a los dedos, que registra y graba cada movimiento que haces, hasta las cuentas garabateadas en las cajas de cartón. La introducción de la nueva tecnología es, obviamente, una nueva forma de controlarnos. Pero eso no nos convierte en robots. La gente se las apaña para engañar al ordenador. Memorizan códigos y se escaquean a los vestuarios durante media hora sin ser vistos. Entre esta abigarrada mezcla de nacionalidades y experiencias, mientras cargamos aún charlamos entre nosotros sobre lo que nos trajo aquí, sobre la vida al regresar a casa, la mierda que tragamos aquí, los rumores de que han despedido a alguien, o de que el jefe ha llamado a uno para echarle la bronca, de que todo nos importa un carajo, de cómo escapar al ojo avizor del capataz, de que deberíamos trabajar más lentamente o de que estamos buscando otro trabajo que esté (esperemos) mejor pagado.

Divide y vencerás 

Por supuesto, hay divisiones entre nosotros con las que debe lidiar cualquier intento serio de organización. La primera, y probablemente la más importante, es la división entre trabajadores fijos y eventuales. Aunque que la mano de obra eventual no suele estar sindicada, sí que hay sindicatos operando en los almacenes de mayor tamaño, defendiendo sólo los intereses de los trabajadores fijos. Sin embargo hay poca afiliación sindical incluso entre los empleados permanentes, pues todos piensan que no hay mucho que se pueda hacer, al menos en lo que respecta a las cuestiones importantes: salarios, turnos y pick-rate (ritmo al que tenemos que trabajar). Pagar la cuota mensual no parece que merezca la pena para la mayor parte de los trabajadores. Los sindicatos no hacen mucho para atajar la división entre los trabajadores fijos y eventuales, que hacen el mismo trabajo pero reciben diferente retribución: en un almacén, los trabajadores fijos cobran en torno a 9 libras/hora por el mismo trabajo por el que un eventual cobra el salario mínimo. En otro lugar, los nuevos trabajadores fijos tienen el mismo salario que los temporales; su única ventaja son los turnos garantizados. Los antiguos trabajadores fijos con mejores contratos ganan 9 libras, por lo que cunde el descontento entre los nuevos fijos. Esta flagrante erosión de los salarios y las condiciones de trabajo en tan poco tiempo es peligrosa para la gerencia: se ven obligados a hacer profundos recortes que encabronan a la plantilla y generan resentimiento contra la compañía. Y aún confían en que esos mismos trabajadores cooperen y trabajen más deprisa, aumentando así los beneficios.

La segunda división más importante es la que se deriva de la nacionalidad. La fuerza de trabajo es mayoritariamente polaca, aunque también hay importante presencia de otros trabajadores del este de Europa, sobre todo de Rumanía y Bulgaria, y del sur de Europa  (portugueses, italianos). Hay también muchos trabajadores africanos y del sur de Asia. El alto desempleo en sus países de origen ha originado una migración a gran escala, normalmente gente joven que termina en un trabajo de mierda que no les permite volver a casa en condiciones. El estrés del trabajo, combinado con el desconocimiento del idioma, suele derivar en que los trabajadores permanecen en sus respectivos grupos de nacionalidad/lengua; esto afecta sobre todo a la “comunidad polaca”, que suele ser mayoritaria en los centros de trabajo (el polaco suele ser el idioma más hablado). Cuentan con la ayuda material de otros polacos que ya están aquí, por ejemplo, para encontrar un lugar donde vivir (como normalmente es inasumible buscarlo mediante una agencia, muchas personas terminan viviendo hacinadas y sin contrato), un trabajo, gestionar los trámites burocráticos u otras cosas como conseguir subsidios o el número de la seguridad social. Pero esto también significa que les resulta relativamente cómodo trabajar y vivir sin saber mucho inglés, conviviendo sólo con otros polacos. Y esto es algo que el capital explota cuando se trata de profundizar la división entre los trabajadores.

En la zona también habitan muchos viejos inmigrantes indios, más acomodados y que forman parte de la pequeña burguesía, a menudo ocupando puestos intermedios de dirección, caseros y tenderos. Muchas mujeres polacas sufren las estupideces de los indios más viejos, que piensan que son prostitutas. Esto sienta las bases materiales para que entre los polacos recién llegados que no están acostumbrados a esta “diversidad” surja la sospecha y el racismo contra los indios, a los que llaman chapattas.

Si bien en gran medida todos estos prejuicios se derrumban cuando estamos trabajando juntos (muchos indios recién llegados trabajan en esta misma mierda), aún se conserva un instinto de “apego por los tuyos” y de natural confianza en aquellos que hablan el mismo idioma, aunque sean los jefes. La gerencia conoce esta situación, por eso ascienden deliberadamente a indios y polacos, para que este clientelismo se reproduzca también en los almacenes.

Lo más aterrador de todo esto es que sólo el UKIP[2] habla de la competencia y desconfianza hacia los extranjeros que se manifiesta en los centros de producción. La izquierda tradicional proclama las maravillas del multiculturalismo, lo que resulta irrelevante en un contexto en el que la división entre los diversos sectores de los trabajadores migrantes puede afectar a su capacidad para hacer causa común contra sus verdaderos enemigos. Los polacos de Greenford suelen compartir piso y habitación, lo cual, al reducir el monto del alquiler (que suele ser abusivo), les permite aceptar salarios más bajos que los trabajadores británicos. Bastantes de los polacos que conocemos piensan que volverán a su país dentro de poco (aunque esto no sea sino una ilusión); y por eso hacen turnos de 16 horas, pensando que será sólo durante un corto periodo de tiempo. Esto hace más fácil que los turnos de 12 horas se conviertan en la norma para el resto. Los inmigrantes indios que han llegado hace poco sí que tienen un mejor dominio de inglés debido a su historia colonial, lo que es una gran ventaja a la hora de medrar en el puesto de trabajo, aunque hayan trabajado menos tiempo. Esto puede causar resentimiento. Y ocurre lo contrario allí donde predomina la fuerza de trabajo polaca: “¿Por qué los hacen fijos si apenas saben inglés? No es justo”, etc. Por ende, vemos que la retórica anti-inmigración del gobierno es una forma de agravar la división entre los grupos de migrantes recién llegados, sobre todo en aquellos centros de trabajo copados por trabajadores no británicos. Tenemos que hacer frente a la realidad de estas diferencias en términos de esfuerzos organizativos. No podemos simplemente olvidarlas y llamar a una unidad voluntarista.

El gran exprimidor

El trabajo es repetitivo, profundamente aburrido, los niveles de estrés aumentan conforme los capataces nos aprietan, pues saben que a la mínima oportunidad nos escaqueamos. Por eso siempre están pensando en la forma de presionarnos: ¿cómo exprimir al máximo una fuerza de trabajo que cobra una mierda y puede cambiar de trabajo en cualquier momento? Mantener a la gente trabajando duro requiere de todo su esfuerzo: desde darte todos los días el parte de tu pick-rate, hasta quitarte horas de trabajo si no alcanzas el objetivo; llamarte a evaluaciones disciplinarias, mostrarte tablas de productividad a diario para compararte con otros, amenazas cotidianas de despido al iniciar el turno si no trabajas más rápido o no sigues las reglas; horas y horas siendo acosado por los capataces, diciendo a la gente que deje de hablar y trabaje, que se concentre, contratación de nuevos empleados para sustituir a los más lentos, controles arbitrarios de drogas y alcohol, etc.

Un método que emplean para “motivarnos” es el de ponernos delante esa zanahoria del “contrato fijo”. Si tenemos un buen pick-rate, simplemente cumplimos. Si nos herniamos (lo que a veces ocurre) doblando turno porque les da la gana y nos hacemos cargo de su mierda, “a lo mejor” nos hacen fijos. Pero eso casi nunca sucede. La empresas de trabajo temporal hacen lo mismo: ellos deciden quién trabaja y quién no; a veces te quitan días de trabajo como castigo por haber llamado la semana pasada diciendo que te estabas enfermo.

A qué nos enfrentamos 

Recientemente, hubo un conflicto que surgió a raíz de un plan para reducir el pago de horas extra a los trabajadores temporales en un almacén. Cosa rara, estos trabajadores ganaban 9 libras por hora extraordinaria. Un día, la dirección les hizo firmar una hoja para escamotearles ese “bonus”. Algunos rehusaron firmar. La mano de obra, en su mayor parte masculina y polaca, hacia especial uso de las horas extra, trabajando como perros en turnos de 12-16 horas para ahorrar un poco. Una considerable minoría se negó a firmar y empezó una huelga de horas extra.

Nosotros distribuimos un panfleto el día después de que la dirección intentara esta maniobra, lo que despertó unos cuantos debates dentro del almacén. La dirección vio en todo ello un esfuerzo colectivo y pospuso la aplicación de la medida durante cuatro semanas. Luego, distribuimos otro panfleto el día en el que se iba a introducir la medida, explicando cómo veíamos la situación. La gerencia ya se había encargado de socavar la huelga pidiendo a los indefinidos que hicieran horas extra. También contrataron personal de una empresa de trabajo temporal distinta. Así, introdujeron el recorte sin armar mucho alboroto y los esfuerzos colectivos se esfumaron. Hubo un intento de organizar una reunión fuera del trabajo, pero se dieron los problemas habituales: muchos no aparecieron, algunos de los que lo hicieron estaban borrachos, otros querían una huelga salvaje sin atender a las consecuencias porque querían dejar el trabajo de todas formas; y la mayoría estaban cansados tras salir de trabajar. Fue un pequeño caos.

Y, siguiendo con lo anterior, la rotación de la fuerza de trabajo es alta y la población obrera, móvil. Aunque esto es un obstáculo a superar a la hora de construir un proyecto colectivo antagónico a la dirección en un determinado almacén, también significa que la gente tiene ya experiencia en otros almacenes de la zona, que no están sujetos a un trabajo, pueden estar más dispuestos a correr riesgos y las ideas y la resistencia se pueden extender más rápidamente. La gente está en contacto, grupos de trabajadores cambian de trabajo juntos. Quienes son despedidos de un trabajo consiguen otro en otro almacén… ¡aunque pertenezca a la misma compañía!

Hay, por tanto, un margen de actuación: algunos de nosotros organizamos recientemente una concentración enfrente de una empresa de trabajo temporal local que se negaba a pagarnos las vacaciones a algunos. Durante seis semanas nos habían estado dando largas, cuando íbamos uno por uno a pedir nuestro dinero (por ejemplo, “ya te hemos enviado tu P45, por lo que no podemos pagarte las vacaciones”, “tienes que llamar a la oficina central, aquí no podemos hacer nada”, “lo tienes en tu cuenta del banco el viernes”, “sí, te corresponde, pero tengo que comprobar algunos detalles, te vuelvo a llamar”, lo cual por supuesto nunca sucedía, etc.). Pero después de que 10 personas ocuparan la pequeña oficina y montaran alboroto durante media hora, nos dieron nuestro dinero. Está bastante extendida la idea de que “los extranjeros no harán nada”, tanto entre los jefes como entre algunos trabajadores, de la cual nos podemos aprovechar, pues lo cierto es que no esperan respuesta y se ponen nerviosos en cuanto ven una pancarta y panfletos, es decir, un cierto grado de organización que puede aumentar en un momento dado.

Hemos participado en otros esfuerzos colectivos: cartas de protesta a la dirección por las horas extra obligatorias, visita en grupo a la empresa de trabajo temporal después de que nos dijeran que teníamos que ir a trabajar media hora antes para luego no pagarnos ese tiempo. Han sido pequeños pasos “pluri-nacionales”, pero se han quedado dentro de los límites de las micro-luchas diarias.

¿Qué hacer?

La pregunta es: ¿cómo organizarnos en estas condiciones, que se extienden a lo largo y ancho del sector logístico y entre el resto de los trabajadores peor pagados? No podemos confiar en la ley o en los derechos legales. La Agency Workers Directive es completamente inútil, pues las leyes se pueden burlar fácilmente: por ejemplo, la estipulación de que los trabajadores temporales que trabajen durante doce semanas continuas en un mismo lugar de trabajo tienen derecho a las mismas condiciones y el mismo salario que los trabajadores fijos, se evita interrumpiendo el trabajo durante una semana u obligándote a firmar un contrato indefinido con la empresa de trabajo temporal). La ley es pues inútil, y no podemos confiar en los sindicatos que se basan sólo (o principalmente) en esa ley. No somos una organización que pueda prometer el éxito de los trabajadores. Sólo podemos promover intentos de hacer las cosas colectivamente, sin que nadie tenga que destacar y dar la cara a lo héroe, dado que al día siguiente, cuando todo esté en calma, a esos los despedirán.

Hablamos con gente mientras trabajamos, pero es difícil mantener conversaciones largas. Las pausas son cortas, lo suficiente para devorar un pollo con patatas en la cantina o comer algunas sobras de la noche anterior dentro de un contenedor mal ventilado. La gente está de acuerdo en que este trabajo apesta. Se escaquean a la primera oportunidad (sobre todo cuando un fallo en el sistema nos dice que no hay nada que cargar). La gente coincide también en que el salario no es suficiente para vivir, algunos tienen dos o tres trabajos para llegar a fin de mes o ahorrar de cara al futuro. Tenemos buenos contactos con gente de la zona, pero extender nuestra palabra más allá es difícil. Invitar a la organización colectiva también requiere un medio para promover la discusión colectiva. Y ahí está el típico y viejo folleto. Oportuno, conciso, y que, de alguna manera, muestra una situación común, como un espejo, ante una fuerza de trabajo dividida. A partir de aquí, veremos qué sucede.

Pero en una zona en la que todo el mundo te conoce, no podemos distribuir los folletos nosotros mismos.

Trabajadores de logística/almacenes de varias ciudades italianas (Piacenza, Milán, Padua, Verona y Bolonia) han estado luchando durante más de un año, luchas que a menudo derivaban en violenta represión por parte de la policía. Una minoría de trabajadores, casi todos inmigrantes ilegales del norte de África, se han unido a un sindicato, S.I. Cobas, y han hecho piquetes a la entrada de los almacenes para impedir que los camiones entraran y saliesen. Podemos debatir sobre los límites de esas tácticas y si es oportuno comparar esa situación con la que existe aquí, pero el caso es que lo que necesitaban ellos y efectivamente han conseguido, es el apoyo de los activistas y estudiantes de los centros sociales de izquierda de las ciudades cercanas.

Es difícil hacer cosas solo, dada la composición del trabajo y cómo se organiza el proceso productivo. Y esto también sucede aquí. Es difícil preparar encuentros con compañeros porque trabajamos en turnos diferentes y tenemos un tiempo y capacidad limitados para, por ejemplo, empezar un periódico local enfocado en los trabajadores de estos almacenes. ¡Por eso es tan necesaria la ayuda externa para impulsar la auto-organización de los trabajadores!

Planeamos distribuir pronto un panfleto a nuestros compañeros de trabajo de los dos almacenes. Las condiciones están maduras, pues un considerable grupo que comenzó a trabajar al mismo tiempo que nosotros, que hemos estado hasta hace poco, están en un punto de no retorno: luchar o largarse. Hay un sentimiento de que algo tiene que pasar, pero con toda la división interna y los diferentes turnos, pensamos que un panfleto oportuno puede galvanizar alguna acción y extender poco a poco una estrategia común a largo plazo, algo de lo que ya se ha hablado en varias conversaciones cara a cara y que también nos permitiría entrar en contacto con más trabajadores de ambos almacenes. Nosotros obviamente no podemos hacer esto solos, porque trabajamos allí; y tampoco pensamos disfrazarnos para que no nos vean. ¡Así que esto es una llamada al apoyo práctico!



Algunos Obreros Cabreados


[1] Aquí se pueden ver algunos vídeos promocionales de Ocado, la mayor empresa de comida on-line, que muestran un poco todo el proceso y lo feliz que trabaja todo el mundo.

[2] En español, las siglas del Partido por la Independencia del Reino Unido, representante del sector de la burguesía británica más conservador y xenófobo.


http://www.todoporhacer.org/greenford