Tú no necesitas al jefe


Milicia invisible


A pesar de que a los destructores de máquinas se les ha tratado de “reivindicadores reaccionarios” y a su movimiento como “la última rebelión medieval”, Ferrer señala que a pesar del terror provocado en el reino y el parlamento, el olvido histórico de los ludditas es porque su objetivo no era político, sino social y moral: no querían el poder sino desviar la dinámica de la industrialización acelerada. Una utopía, por cierto, en aquel contexto de ascenso y consolidación del capitalismo en su fase industrial, y un Estado que no hace más que asegurar esta situación, a través de leyes y el monopolio de la utilización de la violencia.

Los Zerzan añaden que el luddismo no era un ataque contra la producción sobre bases económicas, sino que era ante todo la respuesta violenta de los obreros a las tentativas de degradación en forma de un trabajo inferior: baratijas, piezas montadas deprisa y corriendo, lo que se contraponía con el trabajo realizado en los antiguos talleres y más aún en el artesanado.

Los ludditas fueron una suerte de milicia oscura, invisible, heterogénea en su composición: Incluyó a demócratas painistas, religiosos radicales, organizadores de trade unions (proto-sindicatos), emigrantes irlandeses, jacobinos varios.
Sin líderes, organización formal permanente, ni un maestro o libro al que seguir, su historia ha llegado a nosotros como un eco del pasado, reconstruida, con más o menos fidelidad, a través de himnos y canciones, actas de juicios, informes militares y de espías, noticias y una sesión en el parlamento inglés, dedicada exclusivamente a ellos.
Sin embargo, un análisis más detallado de la prensa, cartas y folletos reivindicatorios demuestra –a juicio de Zerzan- que la insurrección estaba claramente orientada; por ejemplo, «todos los nobles y los tiranos deben ser derrocados», declara uno de estos, distribuido en Leeds. Los preparativos para una revolución general explícita eran evidentes, por ejemplo en Yorkshire y Lancashire, ya en 1812, asegura el filósofo anarco-primitivista.

Su nivel organizativo se aprecia en su práctica mediante el sistema de delegados (locales y federales) y de correos humanos, las técnicas de camuflaje y despiste de las tropas persecutorias, el saqueo planeado de armerías, los mensajes cifrados en las paredes… Además, los ludditas contaban con el apoyo de la población, porque eran la población. Transmitida de generación en generación, una vieja canción de guerra luddita dice: “Ella tiene un brazo / y aunque solo tiene uno / hay magia en ese brazo único / que crucifica a millones / destruyamos al Rey Vapor, el Salvaje Moloch”; y otra: “Noche tras noche / cuando todo está quieto / y la luna ya ha cruzado la colina / marchamos a hacer nuestra voluntad / ¡con hacha, pica y fusil!”.

La ofensiva de los destructores de máquinas en 1812 llevó al Gobierno a enviar enorme número de tropas a las zonas en manos de los sublevados; tropas que cuantitativamente superaron a las que en esos momentos se enfrentaban a Napoleón. Pero el Ejército no era fuerte, cojeaba, su campo de acción y efectividad se debilitaba, ya que se sospechaba que muchos soldados simpatizaban o, directamente participaban, de la causa luddita. Por eso, la revuelta anti-máquinas impulsa otro elemento central de la sociedad moderna: La institución del sistema de policía profesional, ya que la milicia voluntaria en ese entonces, “sólo servía para armar a los que eran más violentos en su desacuerdo” (Hammonds).
Por dos años, los destructores de máquinas fueron perseguidos por un ejército de 10 mil soldados al mando del general Thomas Maitland, a quien luego de decenas de muertos rebeldes a su paso, se le concedió el título nobiliario de baronet, fue nombrado gobernador de Malta y luego comandante en jefe del mar Mediterráneo.
Un elemento interesante de analizar, delineado por Zerzan, es el luddismo en opción al floreciente sindicalismo inglés. Aunque, entre 1799 y 1824 las Combinations Acts prohibieron los sindicatos, los ludditas ya rechazaban el rol de encuadre y compromiso que –por su naturaleza alienada- el aparato sindical realizaba con el capital. Más allá, algunos miembros del Parlamento acusaron directamente a los propietarios del caos social, por no utilizar plenamente la vía sindical para resolver el conflicto.

Bicentenario de Ned Ludd: Recordando a los destructores de máquinas

La noche del 12 de abril de 1811, 350 hombres, mujeres y niños atacaron una fábrica de hilados en Nottinghamshire, destruyendo los grandes telares a mazazos y quemando el lugar. 60 telares fueron destrozados esa misma noche en otros pueblos cercanos. El sabotaje rápidamente se extendió hacia Derby, Lancashire y York, corazón de la Revolución Industrial inglesa de principios del siglo XIX, dando vida a una de las más míticas historias de acción directa contra el capitalismo: El luddismo.


Avicii vs Nicky Romero: I Could Be The One



"En lo particular no me gusta la palabra “trabajo”. El ser humano es el único animal que tiene que trabajar, y yo creo que es la cosa más ridícula del mundo. Otros animales consiguen lo que necesitan para sobrevivir viviendo, pero la gente trabaja como loca pensando que necesitan trabajar para mantenerse vivos. Mientras más grande el trabajo, más grande el reto y más maravilloso creen que es. Lo mejor sería olvidar esa manera de pensar y vivir una vida fácil, cómoda y con mucho tiempo libre. Creo que así es la manera en que viven los animales en los trópicos, saliendo de sus casas en la mañana y tarde para ver qué hay de comer y luego regresando a sus casas a tomar una larga siesta. Esa debe ser una vida maravillosa. Para los seres humanos, una vida tan simple sólo es posible si uno sólo trabajara para producir directamente sus necesidades diarias. En una vida así, el trabajo deja de ser trabajo como lo conoce la mayoría de la gente, y se convierte en una manera de simplemente hacer lo que se necesita hacer."


Masanobu Fukuoka (agricultor, biólogo y filósofo japonés, autor de las obras La Revolución de una Brizna de Paja y La Senda natural del Cultivo)

Basura PSOE

Arrancados más de 20 carteles del PSOE en el barrio de Juan de la Cierva por ser una mofa hacia aquellas personas que llevan años trabajando y luchando por la autogestión y el asamblearismo.


¿Qué es un trabajo digno?


trabajo

Hola compañer@s 

Acabo de enterarme que en el ayuntamiento de Parla (Madrid) gobernado por el PP ha abierto una especie de ETT en su sede, para recoger currículums de parados para el futuro EuroVegas que piensan construir próximamente.

Con este dato espeluznante, remueve las tripas a cualquiera que tenga dos dedos de conciencia en el pensamiento. Esto me supera, al pensar, en que se está convirtiendo la sociedad en general, es como un estercolero lleno residuos tóxicos que va alimentando la corrupción día a día maniobrando con el poder concedido hacia una legalidad sucia y devastadora.

Tengo la sensación, que a este país le ha tocado ser en el reparto capitalista, una gran empresa de ocio, turismo y lucrativos negocios en la comercialización del reposo vacacional de grandes magnates financieros donde apoyar sus sedes de negocios en la explotación a distancia, de seres humanos en otros lugares del mundo.

La desaparición de la industria, deslocalizada en otros países, según ellos, con menos presión fiscal es una patraña insostenible cuanto menos buscar la explotación mucho más barata. Este desmantelamiento productivo, no es por la palabra genérica llamada CRISIS, si que la crisis se ha convertido en un subproducto entre otras muchas connotaciones por "planes objetivos" en el nuevo orden capitalista para desmantelar Estados-Naciones y convertirlos en macro-empresas sectoriales, donde se pueda utilizar como residuos donde se le pueda sacar rentabilidad y encontrar utilidad a bajo coste para obtener beneficios. Por ello no nos debe de extrañar que todo el desmantelamiento industrial productivo y social ha generado una demolición integral dinamitando al unísono todo el sistema.
Los pies de barro de la península Ibérica, estaba focalizada en la industria inmobiliaria, un sector sangrante y ambicioso sin contemplar el equilibrio de la necesidad por derecho, manoseando la marca España con un logotipo corrupto basado en la especulación y el abuso de la propiedad privada, tinte este, que ya procedía del franquismo en sus proliferación de macro-barrios periféricos de las grandes ciudades, con un flamante Ministerio de la Vivienda al frente un ministro falangista arquitecto y político llamado José Luis Arrese que con su célebre frase "No quiero proletarios, quiero propietarios" puso la semilla en aquellos lodos aunque costara pagarse 20 años con alquileres de bajo coste, pero con miles de deficiencias estructurales producida por la especulación en la baja calidad de los materiales llamados pisos colmenas.

Con esta premisa, nos sitúa en el icono de la burbuja, en la mentalidad ibérica por excelencia, donde la propiedad privada forma parte de la intimidad personal. Para ello necesitamos un medio de vida llamado trabajo, una obligación como si no se pudiera tocar, como un derecho intangible rebosante de dignidad. Pero las condiciones actuales carecen de este "medio" indispensable para sobrevivir.

Tal y como está la situación desesperante con los más de 6 millones de parados, ha pasado a ser subjetivo para la sociedad en general, de sujetos a objetos en los planes objetivos capitalistas. El partido en el gobierno, solo es un interlocutor perverso que ejecuta tal cual verdugo, las exigencias del sistema porque "ellos" forman parte de la ideología fascista del sistema. De la misma manera, todos aquellos que sostienen que la democracia se puede salvar pese a la crisis aferrándose a la idiosincracia de la misma, como una seña de identidad. Obviamente la democracia ha dejado de ser un alimento para la sociedad cuando no se tiene lo básico y fundamental, los derechos adquiridos en el bienestar social.

Tenemos la precariedad servida en nuestras narices, la indignidad de la reforma laboral, abocada a la aceptación de lo que venga, de cualquier trabajo denigrado, como los empleos prometidos del EuroVegas, un síntoma latente de lo que puede ofrecer el capitalismo y los políticos de turno, uno de tantos negocios asociado al vicio y la ludopatía pasando por la corrupción de la propia conciencia empresarial, cayendo otra vez en que los empresarios son la salvación de la economía.

Siento una rabia inmensa el pensar que nuestra devaluación humana ha sido producto de sus ambiciones calculadas y la ausencia de miras en el valor de la conciencia revolucionaria, en saber romper con las cadenas que nos sujetan con leyes criminales, que irrumpen como si nosotros fuéramos parte de sus propiedades, manipulables y objetos de recambio.

El trabajo NO dignifica, explota y ahora que brilla por su ausencia, no deja espacio mental para derrocar este sistema vil y corrupto más allá de las manifestaciones y reivindicaciones que vamos haciendo. Los anarquistas somos los únicos que intentamos concienciar y colectivizar los pocos recursos que tenemos a nuestro alcance,, atravesando las líneas rojas que impone el sistema y su aparato represor, ardua faena para combatir las mentalidades burguesas aposentadas en todos los ámbitos sociales de aquellos que consideran que las acciones más radicales es violencia, y sus teorías las correctas...sin dar una sola alternativa fuera del marco económico establecido.

Estamos en una fase en la que aceptamos sus planes o damos la vuelta al sistema sin imperativos legales, porque rescatar lo que tuvimos no sería un triunfo sería una reforma de la crisis, un retroceso al bienestar burgués sin haber avanzado en la evolución para derrocar al sistema ideológico capitalista.

Maijos Cuacos

Encontrado en: http://www.portaloaca.com/articulos/opinion/7108-i-que-es-un-trabajo-digno.html#.UUBYGaJ0CH4.facebook

El problema no es el paro es el trabajo




Cinco millones de parados y dos quietos



Las mujeres y la lucha por no trabajar


Las mujeres y la lucha por no trabajar



Extracto de "Las mujeres y la subversión de la comunidad", de María Rosa Dalla Costa.

Resumamos. El papel de ama de casa, tras cuyo aislamiento se oculta un trabajo social, debe ser destruido. Pero nuestras alternativas están estrictamente definidas. Hasta ahora, el mito de la incapacidad femenina, arraigado en esa mujer aislada, dependiente del salario de otra persona y, por lo tanto, moldeada por la conciencia de otra persona, se ha roto con sólo una acción: al obtener la mujer su propio salario, romper el gozne de la dependencia económica personal, vivir su propia experiencia independiente en el mundo fuera de la casa, desempeñar trabajo social en una estructura socializada, ya fuera la fábrica o la oficina, e iniciar sus propias formas de rebelión social junto con las formas tradicionales de la clase. El advenimiento del movimiento de las mujeres es un rechazo de esta alternativa.

El capital se está apoderando del ímpetu mismo que creó al movimiento -el rechazo por millones de mujeres del lugar tradicional de la mujer- para rehacer la fuerza de trabajo incorporando cada vez a más mujeres. El movimiento sólo puede desarrollarse en oposición a esto. Con su misma existencia, plantea, y debe hacerlo cada vez más articuladamente en la acción, que las mujeres niegan el mito de la liberación a través del trabajo. Porque ya hemos trabajado bastante. Hemos cortado billones de toneladas de algodón, lavado billones de platos, fregado billones de suelos, mecanografiado billones de palabras, conectado billones de aparatos de radio, lavado billones de pañales, a mano y a máquina. Cada vez que nos han "permitido entrar" en algún enclave tradicionalmente masculino, ha sido para encontrar un nuevo nivel de explotación para nosotras. 

Aquí de nuevo, a pesar de que sean diferentes, establecer un paralelo entre subdesarrollo en el Tercer Mundo y subdesarrollo en la metrópoli, para precisar mejor, en las cocinas de la metrópoli. El plan capitalista propone al Tercer Mundo que se "desarrolle"; que, además de sus agonías presentes, sufra también la agonía de una contrarrevolución industrial. A las mujeres de la metrópoli se les ha ofrecido la misma "ayuda". Pero las que hemos salido de nuestras casas para trabajar porque no teníamos más remedio o para ganar dinero extra o independencia económica, hemos prevenido a las demás: la inflación nos ha clavado en estos horribles puestos de mecanógrafas o en las líneas de ensamble y ahí no está la salvación. No debemos admitir el desarrollo que nos ofrecen. Pero la lucha de la mujer que trabaja no consiste en regresar al aislamiento de la casa, por muy atractivo que pueda resultar, a veces, los lunes por la mañana; como tampoco consiste en cambiar la sujeción en la casa por la sujeción a un escritorio o a una máquina, por muy atractivo que pueda resultar comparado con la soledad del doceavo piso de un edificio de viviendas.

Las mujeres debemos descubrir nuestras posibilidades totales, que no son ni remendar calcetines ni convertirse en capitanes de transoceánicos. Es más, puede que queramos hacer este tipo de cosas, pero ahora no puede situárselas en otro contexto que no sea la historia del capital.

El reto que enfrenta el movimiento de las mujeres es el de encontrar formas de lucha que, a la vez que liberen a las mujeres de la casa, eviten, por un lado, una esclavitud doble y, por otro, nos impidan llegar a otro nuevo grado de control y regimentación capitalista. Esta es, en definitiva, la línea divisoria entre reformismo y política revolucionaria dentro del movimiento de las mujeres.

Parece que ha habido pocas mujeres geniales. No ha podido haberlas ya que estaban separadas del proceso social y no podemos ver en qué asuntos podrían haber aplicado su genialidad. Ahora hay un asunto y es la lucha misma.

Freud también dijo que toda mujer desde que nace sufre de "envidia del pene". Olvidó añadir que este sentimiento de envidia comienza cuando la mujer percibe que de algún modo tener un pene significa tener poder. Todavía cayó menos en la cuenta de que el poder tradicional del pene comenzó toda una nueva historia desde el momento mismo en que la separación del hombre y la mujer se convirtió en una división capitalista. Y ahí es donde comienza nuestra lucha.

29 de diciembre de 1971